Tres de Febrero

Para Thays la felicidad está \”más en la nobleza de un bosque que en el lujo sin verde”

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Carlos Thays, el hombre que verdaderamente transformó a Buenos Aires.

Nació en París pero soñó con una ciudad que no conocía, que bien podía ser cualquier capital de América o Europa. Una ciudad verde. Un lugar donde pudiera respirar, mirar el cielo. Con árboles que den sombra y cobijo. Con arbustos y flores en los que los colores jugaran con aromas y formas. Una cuidad donde las calles y las avenidas, las plazas y los parques hagan el mundo más habitable. Y la vida, más vivible.

Carlos Thays cambió para siempre la fisonomía de la Ciudad de Buenos Aires, dejando también su huella en las distintas provincias argentinas. La biografía va a decir que nació en París el 20 de agosto de 1849, que llegó a la Argentina con 40 años para hacer el Parque Sarmiento de la Ciudad de Córdoba, que no se fue más. Y también que era paisajista, urbanista, naturalista, aquitecto, periodista y escritor. Pero Thays fue, por sobre todo, el hombre que contribuyó a hacer la ciudad que soñaba.

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durante la construcción del Jardín Botánico.

Hijo de un tipógrafo belga que murió cuando él era un niño, Thays fue discípulo del paisajista y botánico francés Édouard-Francois André. Artífice de los parques de Montecarlo, Montevideo y Luxemburgo, André fue quien lo recomendó para su primera gran obra argentina: el Parque Sarmiento de la capital cordobesa.

Dispuesto a regresar a Francia, lo retuvo el amor y la posibilidad de crear los espacios verdes, tanto públicos como privados, más significativos de Buenos Aires. El amor por Cora Venturino, de solo 16 años -él tenía 41- y con quien tuvos dos hijos (Ernestina y Carlos León), perpetuó la pasión por el paisajismo y el diseño (otros Carlos Tahys continuaron su sangre y su camino).

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En una banco sentado, Thays contempla la marcha de las obras en los Bosques de Palermo.

La apuesta por la ciudad verde llegó de la mano de su designación, en 1891, como Director de Parques y Paseos de la Ciudad. A patir de allí su trabajo no se detuvo. El impacto que tuvo sobre una ciudad que a fines del siglo XIX tenía escasas zonas arboladas y contadas plazas y paseos, aún persiste. Ahí están para atestiguarlo el Parque Tres de Febrero (los populares “Bosques de Palermo”) y el Jardín Botánico.

Su labor alcanzó más de 150 obras que todavía pueden reconocerse. En Buenos Aires realizó más de 70 paseos, parques y plazas, en tanto que en las provincias suman 22 los emprendimientos en los que participó. A esto deberían sumar 43 jardines en residencias privadas y 42 parques en estancias particulares, según el relevamiento realizado por Sonia Berjman en el libro “Carlos Thays. Un jardinero francés en Buenos Aires”, editado en 2009 por la Embajada de Francia en la Argentina.

El lujo y el verde

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El viejo portón del Parque Lezama, otra creación del genial francés.

“La felicidad anida más en la nobleza de un bosque que en el lujo sin verde”, supo escribir Thays, para quien la proliferación de espacios naturales estaba directamente relacionada con la calidad de vida y, por lo tanto, debía ser accesible a todos, más allá de las diferencias de clase que marcaban la Argentina de la época.

Estaba convencido de que los parques no tenían que ser un privilegio de los ricos ni limitarse al paseo y a la contemplación de la naturaleza. Por eso contribuyó a crear un espacio púbico que incorporara áreas de juegos, gazebos destinados a la interpretación musical, espacios para practicar deportes y baños de uso público.

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Los Bosques de Palermo hacia 1931.

 contribuyó así al desarrollo de un nuevo entramado urbano, donde los parques y paseos articularan con boulevares y calles arboladas. Hasta tal punto que se lo puede considerar el “inventor de la sombra porteña”, ya que promovió que se plantaran más de 150.000 árboles en las calles de Buenos Aires.

Entre las particularidades de su diseño se destacan los parques, donde solía incluir caminos curvos y también rotondas, además de lagos y puentes donde las dimensiones lo permitían. En tanto que allí donde el espacio era más reducido apostaba por diseños más regulares y simétricos.

Una particularidad de su labor arquitectónica fue el Parque Centenario, cuya geometría resultó circular, con viviendas obreras rodeándolo en forma de anillo.

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El Jardín Botánico en toda su belleza.

El Jardín Botánico, su flor más bella

El 7 de septiembre de 1898 se inauguró el Jardín Botánico de Buenos Aires. La iniciativa comenzó a gestarse seis años antes, cuando Thays propuso a la intendencia de Buenos Aires construir un “Jardín Botánico de Aclimatación” en los terrenos donde en la época colonial funcionaba “el Almacén de la Pólvora”.

El flamante Jardín Botánico tenía poco más de siete hectareas y estaba ubicado en el mismo lugar donde aún funciona, en el perímetro circunscripo por las avenidas Santa Fe, Libertador, Las Heras y la calle República Árabe Siria, en el barrio porteño de Palermo. El diseño del lugar estuvo a cargo del propio Thays, en lo que se constituyó en una de sus obras más importantes.

El parque, que nació con fines científicos, recreativos y paisajísticos, pronto reunió la flora de las provincias argentinas, a la que se sumó la proveniente de diversos países del mundo. En poco tiempo se convirtió en un centro de investigación botánica de relevancia internacional.

El Botánico, desginado con el nombre de su creador en 1937, reúne en la actualidad más de 1.500 especies vegetales y fue concebido por Thays con tres tipos de diseño paisajístico: Simétrico, Mixto y Pintoresco.

Sus jardines cuentan con 27 obras de arte, entre esculturas, bustos y monumentos. Además albergan a la Biblioteca Botánica (tiene unos 1000 libros y 10000 publicaciones de todo el mundo), el Museo Botánico, cinco invernaderos y una bella casona estilo inglés, actual sede de la administración del predio y donde Tahys vivió entre 1892 y 1898.  

Buenos Aires y más allá

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El Parque Centenario, tal vez, una de sus obras más originales.

Las intervenciones de Thays resultaron de este modo decisivas para la fisonomía de Buenos Aires. En sólo cuatro años (1891-1895) terminó 22 nuevos paseos en una ciudad en la que hasta ese momento solo existían 27.

El naturalista creó, amplió o remodeló plazas y parques emblemáticos de la ciudad, como los parques Centenario, Lezama, Ameghino y Avellaneda. También las Barrancas de Belgrano y las Plazas Constitución, del Congreso y de Mayo.

Thays también se ocupó de los barrios más alejados, su labor todavía perdura en las plazas Olivera, Matheu, Díaz Vélez, y de parques más populosos, como Chacabuco, de los Patricios y Los Andes.

Pero su obra no se limitó a la Capital Federal. Además de su intervención incial en el Parque Sarmiento (Córdoba), se destacan, entre muchas otras, la remodelación del Parque 20 de Febrero (Salta) y la creación de los parques 9 de Julio (San Miguel de Tucumán), Independencia (Rosario), General San Martín (Mendoza), Urquiza (Paraná) y Sarmiento (Azul, provincia de Buenos Aires).

La flora también

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El Parque Chacabuco tiene el sello de Thays.

Thays se dedicó también a conocer la flora a través de numerosas expediciones científicas por distintas regiones del país. Estas le permitieron no solo conocerla sino también estudiarla en el Jardín Botánico de Buenos Aires, creado por iniciativa suya. En el libro “Las flores naturales de la República Argentina”, publicado en 1913, da cuenta de parte de sus investigaciones.

A su labor se debe también la presencia de flora autóctona en buena parte de las calles, plazas y parques de Buenos Aires, a donde llegaron especies del norte del país, como lapachos, ceibas, jacarandás, tipas y palos borrachos, entre muchas otras.

El compromiso que Thays tenía con la flora autóctona lo llevó a trabajar en el primer proyecto para la creación de un Parque Nacional en el país, el Parque Nacional Iguazú, en la exhuberante selva misionera, que finalmente se concretará en 1934, año de su muerte. 

Pero la labor científica de Thays tuvo uno de sus puntos más altos con la creación de un método que contribuyó a la producción industrial de la yerba mate: logró hacer germinar las semillas al someterlas a una prolongada inmersión en agua a elevada temperatura. El “Sistema Thays” se propagó en el noreste del país.

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El encanto de las Barrancas de Belgrano

“El hombre, sobre todo el que trabaja, necesita distracción y ¿acaso hay alguna cosa más sana, más noble, más verdadera, cuando se sabe apreciarla, que la contemplación de los árboles, de las hermosas flores, cuando son dispuestas con gusto?”, se preguntaba Thays.

Tal vez esa búsqueda, que transformó la fisonomía urbana de Buenos Aires promoviendo los espacios verdes y la naturaleza, hable de la vigencia de Thays. También de la apuesta por vivir mejor en las grandes ciudades.

Carlos Thays falleció el 31 de enero de 1934 en Buenos Aires. Tenía 84 años. Una multitud diversa, compuesta por estudiantes y obreros, acompañó sus restos al Cementerio de la Chacarita. Todos tenían algo que agradecerle.

\”Carlos Thays\” por Rep

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