Nación

Espacio para escritores de Malvinas

Malviticias invita a los escritores del distrito a exponer sus obras en el portal, también se solicitan datos personales y profesionales para conformar un directorio. Hoy se publica un relato de Juan Salica, escritor y profesor del taller literario de la biblioteca de Los Polvorines.
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Deforestación

Sí, es cierto, los árboles son el pulmón del mundo, pero también son de alguna manera un abrazo.

El uruguayo Eduardo Galeano escribió hace tiempo, “(…) nosotros creemos en los asombrosos poderes del abrazo humano”; a esto le agrego: creo además en el abrazo de los árboles. Con riesgo de caer en un error, al no ser realista, es decir, no se puede abrazar sin brazos, pero les digo que se puede lastimar sin golpes, con las palabras se puede lacerar, herir, entre otras formas que no vienen al caso; es por eso que voy a hablar de ramas y de hojas, como una construcción abrazante, y así también, no dejaré de lado el otoño y esas ausencias de todo abrazo posible.

Dejemos por un momento el tema de la imagen despoblada de sombra; digamos presente en eso que abriga o refugia, estos abrazos con raíces y tronco, con nidos y música propia; los pájaros condenados a ser un fondo de abrazo, una banda de sonido transitoria y cambiante de sujeto abrazado. Cuando llego a comprender que no sólo estos coníferos respiran (por mencionar algunos), sino que ejercen una presión suave de cúpula que actúa directamente aportando una reducción en la temperatura, y también cuando el afuera de su alcance es sofocación de miedos y de náufragos sin abrazos; ahí el árbol nos envuelve dejándonos libre, siempre, se decide pertenecer o no. Estas múltiples formas de protección o de resguardo no incluyen falsedad alguna, aunque hay inviernos de descansos, otoños de reflexión, y mientras tanto nosotros esperamos en algún abrazo artificial o con suerte en uno hermosamente humano.

Recuerdo un abrazo en conjunto, humano y arbóreo, fue en una selva de Bolivia; un hombre leía dentro de un abrazo territorialmente liberador, y esas dos formas se encontraron, quizás con poco tiempo para ser conjunción, y al final cortaron ferozmente uno de los abrazos. Es por ello que insisto, está vez diciendo, debemos juntar, completar ese poderoso refugio humano y ese también necesario abrazo vegetal; humano-árbol, abrazo natural, no sólo pulmón, digo árbol-abrazo y por último expreso firmemente mi desacuerdo con la deforestación de los abrazos.

Juan Salica
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