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Rosario siempre está cerca | Buenos Aires Times

Diego Alejandro Celentano, 33 años. Héctor Raúl Figueroa, 42 años. Marcos Iván Daloia, 38 años. Bruno Nicolás Bussanich, 25 años. Demos nombres a las víctimas del enésimo estallido de narcoviolencia en Rosario. Para evitar agregarlos como una fría estadística más, los datos que muestran que la tasa de homicidios de la ciudad es cinco veces mayor que el promedio nacional.

Como ocurre con tantas otras cuestiones, los líderes argentinos no han estado a la altura del desafío de combatir eficientemente el narcotráfico. Sin embargo, sería un error, muy fácil, limitar la responsabilidad de la sangrienta violencia de Rosario únicamente a la política. Sectores del sistema de justicia, las fuerzas de seguridad, los líderes empresariales, el mundo financiero, el aparato sindical de la nación, los medios de comunicación e incluso sectores de la sociedad civil (el fútbol, ​​entre ellos) han tolerado o adoptado el crecimiento de la actividad.

Los fusilamientos de Diego, Héctor, Marcos y Bruno han desencadenado en Rosario un escenario que ya era explosivo. Las bandas de narcotraficantes han decidido infundir terror entre la población en represalia tanto por la represión del Gobierno de la provincia de Santa Fe, que ha incrementado las inspecciones en el penal de Piñero, “al estilo Bukele”, como por retransmitir el programa en las redes sociales.

Al baño de sangre le siguió el repetido despliegue de fuerzas federales en el territorio. Liderados por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich (que siempre está corriendo para reaccionar y aparecer ante las cámaras), unos 450 agentes se desplegarán por la ciudad, 100 a la vez. Para dar contexto, la operación de seguridad para el clásico de fútbol local entre Rosario Central y Newell's Old Boys exige 1.000 agentes de policía, y eso sin aficionados visitantes presentes.

Las Fuerzas Armadas se sumarán ahora al contingente en Rosario, con el ministro de Defensa, Luis Petri (otro hábil publicista) al frente. Si bien cabe señalar que el apoyo militar es para cuestiones logísticas, ese respaldo es curioso porque las Fuerzas Armadas carecen de los recursos necesarios para ser desplegadas.

Bullrich aprovechó para hacer un reproche político, citando la no aprobación del llamado 'proyecto ómnibus', pero antes de los tiroteos no había enviado ni un solo guardia fronterizo a Rosario. Y, de paso, pidió nuevas leyes para combatir el “narcoterrorismo”. Las leyes vigentes son suficientes (si se aplican, por supuesto), a menos que decida innovar y buscar cambios en el papel de los militares.

Los jefes del ejército admiten en privado que están lejos de estar entusiasmados con la Operación Rosario. Además de las limitaciones legales y materiales, ni siquiera pueden tener las armas necesarias para defenderse, para realizar un trabajo que los expondrá. Para empeorar las cosas, cuando observan la estrategia de comunicación de Petri, sospechan que están siendo utilizadas políticamente para promoción personal.

Es cierto que tanto Bullrich como Petri no tienen el listón muy alto que superar. Poco falta para mejorar el desempeño de los exfuncionarios responsables de la administración anterior: Sabina Frederic, Aníbal Fernández (ambos de Seguridad), Agustín Rossi y Jorge Taiana (Defensa).

Sin embargo, el tema del narco va más allá de las cuestiones de seguridad, aunque sí las incluye. Se agradece la coordinación real de las fuerzas nacionales y provinciales, independientemente de fotos y ruedas de prensa. Sería aún más bienvenido compartir inteligencia criminal para hacer frente a los traficantes de drogas y hacer que los tribunales federales se centraran en los grandes jefes, al igual que una investigación sobre el rastreo de las rutas del dinero: cómo, quién, dónde se generaron ilegalmente los fondos multimillonarios. son lavados.

También es hipócrita limitar el problema del narco en Argentina únicamente a Rosario. Jefes de policía y funcionarios judiciales de otras provincias, además de Santa Fe, han tenido que ser destituidos por vínculos con narcotraficantes y estos son sólo los casos que han salido a la luz pública.

En este sentido, resulta conmovedor ver los mensajes de solidaridad hacia el gobernador de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro (quien vive bajo constantes amenazas, al igual que los demás miembros de su familia) por parte de muchos de sus pares, quienes aún prefieren tirar piedras en vidrios. casas cuando se trata de lo que sucede en sus distritos con el narco. Rosario siempre está cerca y lo que allí sucede es más común de lo que creemos.

Tomar el tema en serio conlleva riesgos. Plata o plomo, dice la mafia. Una oferta a la que es difícil resistirse. Sin necesidad de golpes de estado y espectáculos mediáticos, es hora de empezar a librar la lucha en serio. Y no sólo con armas. Como sociedad nos lo merecemos. Las familias de Diego, Héctor, Marcos, Bruno y miles de víctimas más, sobre todo, lo merecen.

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