Nación

El ministro Bullrich timbreó en Grand Bourg

«Mil millones tiene Macri», dijo entre risas un nene de once cuando el ministro de Educación de la Nación Esteban Bullrich le contó que era allegado al presidente Mauricio Macri. Fue el sábado pasado por la mañana en el timbreo que realizó Cambiemos en el Barrio San Antonio de Grand Bourg. El chico vivía con su abuela -que tenía otros 21 nietos- sobre Uspallata, una calle de tierra, llena de pozos y sin cloacas. Ante tal afirmación, que despertó la risa de algunos, el ministro se agachó -es muy alto, mide cerca de dos metros- y a través de una reja le dijo que debería estudiar mucho y trabajar para progresar. Bullrich y su equipo terminaron de charlar con la abuela del nene y cuando se iban, el pequeño, que estaba rodeado por hermanitos y primos, lo despidió: «Mandale saludos a Macri».

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En las diez cuadras de recorrida, escuchó a vecinos que hablaron de sus necesidades en el barrio. Cuando se timbreó sobre la calle Uspallata, en el tramo de tierra, casi todos reclamaron lo mismo: el asfalto. Los comerciantes entrevistados hablaron de la baja en las ventas. Junto al funcionario nacional, marcharon distintas agrupaciones políticas asociadas a Cambiemos, por un lado el cariglinismo y por otro el espacio del director de Juventud provincial, Albi Czerni. [ver nota aparte]

De la primera casa, sobre 8 de Marzo, en donde el ministro golpeó las manos, salió una mujer jubilada, de pelo corto y oscuro. Con tono sumiso dijo que ella veía “una situación crítica”, que cuando se jubiló hace dos años, le alcanzaba el dinero pero que cada vez le costaba más llegar a fin de mes.

Otra vecina aprovechó la visita del ministro para hacer catarsis y contarle el problema con su vecino por la medianera. “Ni vender la casa puedo”, lamentó. Entonces, la futura titular del Centro de Acceso a la Justicia (CAJ) de Tierras Altas, Patricia Vázquez, le dijo que fuera para allí, que tendría el asesoramiento jurídico necesario. Más adelante, otro vecino dijo que con la gestión anterior estaban mejor y se quejó de la demora para que le solucionen el problema de luminaria en la vereda de su casa.

Al doblar a la calle Uspallata, la postal tuvo un giro inesperado: una decena de predicadores religiosos con biblias en la mano, mujeres con polleras largas y vestimenta oscura se mezclaron con la militancia macrista. De una vereda marchaba el ministro pregonando las políticas de la gobernadora María Eugenia Vidal, y del otro lado de la calle de tierra, se difundía la palabra de Dios.

El que más militó la gestión del ex intendente fue el diputado provincial Hugo Oroño: “No están pavimentando, están terminando los proyectos de Cariglino”, le dijo a una vecina que le había contado al ministro las obras de la gestión actual. En todas las charlas, Oroño siempre intentó que el vecino diferenciara entre los gobiernos municipales. En algunos casos lo logró, en otros no. “Estamos trabajando para la vuelta de Cariglino”, se lo escuchó decir en más de una oportunidad. Un vecino de una casa blanca sobre Uspallata dijo con cara de resignación: “No veo ninguna diferencia entre la vieja y la nueva gestión”.

Otro vecino, de unos 70 años, cuando vio la cara de Rodrigo y el ministro le dijo que el hijo de Cariglino, se le encendió la mirada: “A tu papá lo votamos siempre”. Bullrich le preguntó por la seguridad: “Ahora hay más seguridad, pero poca gente la quiere ayudar, pareciera”, opinó el hombre. Del Gobierno nacional -pese a haber sido preguntado- no dijo nada.

La mayoría de los vecinos consultados, dejaron entre ver que se ven más patrulleros en la calle. Sobre la salud, una vecina se quejó: “Tenemos un hospital grande, pero faltan médicos. Es un desastre la atención. A mi hijo (de unos 11 años) lo tuvimos que llevar al Gutiérrez”, dijo.

Unos metros después, en plena calle de tierra, Oroño, quien no se despegaba del ministro le dijo que en Malvinas los hospitales son municipales, a lo que Bullrich respondió que ya lo sabía. En ese momento, en el cruce de Uspallata y Mario Bravo, llegó la diputada nacional Silvia Lospennato, famosa por sus gritos desesperados en una sesión del Congreso. Si bien no era el primer timbreo en Malvinas, se demoró porque puso mal la dirección en el GPS. Simpática y locuaz, empezó a timbrear por separado de Bullrich, aunque coincidieron en algunos lugares llegando a Callao.

La pregunta de Bullrich se repetía una y otra vez: “¿Se nota más presencia policial? La gobernadora puso más patrulleros”, decía después de sondear a varios vecinos de las cuadras anteriores, quienes le habían confirmado mayor presencia de las fuerzas de seguridad.

En una esquina, Bullrich cruzó a una pareja de mediana edad. El matrimonio elogió la gestión del intendente Leo Nardini y cuestionaron la seguridad en Pilar, distrito donde ellos vivían. “Le llevaremos a (Nicolás) Ducoté el reclamo”, les respondió el ministro, haciendo referencia al mandatario local.

Cerca de las 11.30, se sumaron el concejal Gustavo Baby Gómez del bloque Cambiemos de General Rodríguez y el secretario de Hacienda del mismo distrito, Cristian Brilloni; los acompañó el inspector educativo Daniel Costilla. “Vinimos a acompañar. Hoy en General Rodríguez también hay timbreo, pero sin figuras nacionales porque allá nosotros somos gobierno. Se trata de reforzar los lugares donde gobierna la oposición”, le explicó a Malviticias Gómez.

En otro punto, se cruzaron con una señora que era conocida por los trabajadores del Centro de Acceso a la Justicia (CAJ) de Tierras Altas. “Ya me salió la pensión -dijo contenta- pero no me salió la tarifa social”, le explicó angustiada a la diputada Lospennato. “Vamos a ayudarla”, dijo la legisladora nacional a la vez que le indicaba con la mirada a los del CAJ para solucionar el caso.

Al llegar a Callao, una camioneta color gris frenó y el conductor quiso hablar con Bullrich, a quien le pidió más cantidad de asfaltos en la zona. Por esa misma altura, pasó otro auto, y desde adentro gritaron a toda voz: “Ladrones”. Fue uno de los pocos insultos al macrismo.

Solamente un vecino les cerró las puertas en la cara, que en realidad solo había abierto el portón para entrar el auto en su garage: “Yo no tengo escuela y vivo solo”, dijo seco cuando el ministro le habló de su cargo en el Gobierno nacional. “No me interesa la política, ni de este ni del anterior gobierno”, lanzó cuando cerraba el portón azul de su casa. “Lamento que aparezcan cuando las cosas están mal; pero espero que tengan suerte”, se llegó a escuchar.

Después los atendió un jubilado que contó que durante años fue gráfico y enumeró todas las editoriales en las que había trabajado: desde Abril hasta Atlántida. A lo largo del timbreo, Bullrich despertó una confianza en los vecinos para que hablen de sus vidas. Siempre los invitaba a que hablen con franqueza de la gestión municipal, provincial y nacional. “Estamos para escuchar las críticas y ver lo que tenemos que mejorar”, repetía. La mayoría de sus receptores fueron hombres y mujeres que pasaban los 50 años.

Czerni y Oroño militaron la gestión de la gobernadora, los refuerzos en seguridad, por ejemplo. “Con Cariglino todo bien, ahora más o menos”, dijo otro vecino mientras a la gente del cariglinismo se les dibujaba una sonrisa en el rostro.

En la esquina de Callao y Mario Bravo, una humareda de asado y chorizos a las brasas despertó el hambre de todos. “Queriendo arrancar”, dijo el parrillero tímido cuando le preguntaron sobre cómo veía la economía del país. “A ver si le metemos gas a la cosa”, respondió con una semisonrisa la diputada Lospennato sobre la administración nacional.

A media cuadra cruzaron Callao y entrevistaron al dueño de un taller mecánico, quien contó que como era imposible pagar sueldos tuvo que transformarlo en una cooperativa. “Mucha plata en gastos y hay poca entrada”, se quejó el hombre con tono respetuoso. “Antes era otra cosa, el año pasado y los años anteriores. Quizás en Martínez, Olivos uno tenga otra entrada, pero acá es distinto”, lamentó. Bullrich argumentó: “Estamos tratando para mejorar eso”. Ahí mismo, en el taller, unos metros aparte, dos muchachos de unos 25 años, empleados, escuchaban atentos. “Ellos no los votaron a ustedes”, dijo entre risas el dueño señalándolos.

Las siguientes intervenciones fueron similares, porque a lo largo de Callao hasta el regreso al punto de partida, sobre la Ruta 197, había comercios, cuyos propietarios se quejaron de la baja en las ventas y también se mencionó un hecho de inseguridad bastante violento a un comercio de la zona días atrás. “Antes el litro de leche lo vendía a 12 pesos, ahora a 23. Se nota que hay más hambre y la gente no compra como antes”, contó una almacenera.

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