Nación

Crónica de una agresión anunciada

«¡Sos una hija de puta, qué me hiciste!», le gritó Romina Yuste de la Salita Panamericana a la trabajadora social Flavia Bruno, quien había advertido malos tratos. El hecho sucedió el lunes 19 de septiembre a media mañana en el centro de salud de Pablo Nogués. Yuste, mediante gritos y golpes a la puerta de madera del baño, le cuestionaba a Bruno haber contado sus malos tratos hacia las personas que iban a atenderse. No era la primera vez que Bruno ni otras compañeras sufrían maltrato, pero sí fue la primera vez que el clima laboral se tornó tan virulento.

Los testigos afirman que no se llegó a la agresión física, porque la azafata Sonia Pereyra la sacó del brazo y evitó un aumento de la violencia. Además, la hermana de Romina, Ana, también empleada de la salita, intervino y la tranquilizó. El hecho trascendió a todo el Primer Nivel y Bruno fue derivada a otro centro de salud. Días, después, en la reinauguración del centro de salud ARA General Belgrano, la trabajadora social le entregó una carta manuscrita al intendente, en la cual relataba todos los sucesos que padeció y a la que Malviticias accedió (foto).

Panamericana es un centro de salud al que ningún empleado quiere ir, justamente por los malos tratos. A mediados de julio, también pidió el pase la trabajadora social Gabriela Arana, por intercambios con los Yuste. La enfermera Alejandra Gómez, en agosto; a su hija administrativa le dieron la baja. Ambas se llevaban mal con los Yuste. Los únicos que se salvan son los médicos, varones, que reciben buenos tratos.

Uno de los coordinadores de la Salita Panamericana es Ramón Yuste, imputado por la Justicia por haberle pegado a periodistas en la golpiza en las inmediaciones del Hospital Zin, el 5 de junio de 2012. Después de las elecciones primarias del año pasado, Yuste decidió abandonar las filas cariglinistas y colaborar en la campaña de Leonardo Nardini. Su instinto no le falló y el premio fue nombrarlo a él y a su esposa Soraida como coordinadores en la Salita Panamericana, un barrio humilde de Nogués. También sus dos hijas, Romina y Ana, fueron contratadas por el Municipio para trabajar ahí.

Por supuesto que la decisión no le cayó en gracia a muchos militantes y simpatizantes del nardinismo. «Los ‘compañeros’ tienen que respetar las decisiones de la conducción. A algunos nos castigan más que a otros», le dijo un Yuste irónico a Malviticias días antes del exabrupto de su hija contra la trabajadora social, en un encuentro fortuito. Después de tomar un sorbo de agua, esta cronista le respondió: «Es que no todos de la anterior gestión formaban parte del grupo de choque, no todos pegaban en la campaña. Vos sí. Y ahora te tienen que cruzar en los pasillos. ¿Cómo querés que te traten?». Yuste no respondió, aunque minutos después tiró alguna indirecta sarcástica con los dientes apretados.

Al día siguiente del episodio contra la trabajadora social, Yuste se apersonó en la Secretaría de Salud. Rogó y pidió por favor que no echaran a sus hijas, quienes supuestamente tenían reiteradas faltas. «No van nunca», le dijeron de Salud a este portal. Sin embargo, la información recabada por Malviticias es que contrariamente, las hijas -ambas menores de 22 años- sí asisten todos los días a la salita. Esta información también está disponible en la Secretaría de Gobierno, cuando emisarios fueron a controlar la asistencia: los coordinadores estaban ausentes. Los que no van son los padres, los coordinadores. Pero, Yuste, hábil y rápido de reflejos va y viene según le convenga, y por ahora continuará al frente de un lugar tan sensible como un centro de salud, primer lugar al cual acuden los vecinos cuando sufren una contingencia. Muy funcional a la oposición nardinista.

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Carta de la trabajadora social, Flavia Bruno
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Carta de la trabajadora social, Flavia Bruno
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