Cultura

Rosa Ventrella: «La hermandad entre mujeres es un arma de amor muy poderosa»

Ventrella nació en Bari pero vive en Cremona desde hace más de veinte años

En su novela más reciente, «Bendito sea el padre», la escritora italiana Rosa Ventrella vuelve a adoptar la perspectiva femenina que supo asumir en «Susurros de belleza» pero esta vez para adentrarse en una historia tan íntima como dolorosa: la de la violencia doméstica que sufren las mujeres de una familia y de la que les resulta difícil escapar sin la solidaridad de sus congéneres.

La historia, editada por Edhasa, transcurre en la ciudad de Bari en la década del setenta y se centra en Rosa, una niña que ve a su madre sufrir el maltrato físico y psicológico que le infringe su padre. «Un padre hermosísimo, de una belleza rara de encontrar en mi tierra. Amable e irresistible, como solo las cosas malvadas pueden serlo», lo describe con voz infantil, mientras busca refugio en un personaje opuesto a su propia madre: Marilyn, una prostituta, que se convierte en su confidente y la convierte en su confidente.

Con el paso del tiempo la protagonista buscará salir de ese círculo aferrándose a un hombre pero no hará otra cosa que reproducir el modelo de su propio hogar. «Yo me acurrucaba en ese amor angosto», reconoce la Rosa adulta con una mirada certera y poética a la vez.

Ventrella nació en Bari pero vive en Cremona desde hace más de veinte años. Estudió Historia contemporánea y se dedica a investigar el papel de la mujer en la historia. Su novela «Una familia decente» fue traducida a 17 idiomas y recientemente la plataforma Netflix manifestó interés en convertirla en una película.

Sobre el proceso de escritura de esta trama que recoge la violencia que vivió en los callejones del barrio de su infancia, conversó la autora con Télam en esta entrevista en la cual también habla de la importancia de las redes de mujeres para encontrar la redención.

-Télam: Como en «Susurros de belleza» las protagonistas de la historia son mujeres. ¿Su narrativa está en una búsqueda permanente de darles voz o contar ese mundo invisibilizado?

-Rosa Ventrella: Me encanta dar voz a las mujeres y contar su mundo submarino. Las protagonistas de mis novelas son mujeres «muy normales» pero con mucha fuerza y carga emocional, mujeres que han sufrido maltrato o violencia pero que siempre han creído en el valor de la familia y el amor.

-T.: Aunque narra la violencia doméstica que se transmite de generación en generación, el mensaje que trasciende a la historia es esperanzador, casi de redención. ¿es posible salir de ese círculo?¿hay perdón para los violentos?

-R.V.; Decir que existe el perdón es obviamente muy difícil, quizás perdón es una palabra demasiado grande y depende de lo que uno ha sufrido. Pero ciertamente el mensaje es de redención, pasar por el dolor y las heridas es un proceso necesario para salvarse a uno mismo primero. Me gusta definirlo como una indulgencia o un proceso de purificación. Rosa ha encontrado su camino y se ha reconciliado con su pasado. La reconciliación es el único modo para mirar hacia el futuro y encontrar la salvación.

-T.: La historia transcurre en los setenta, ¿cree que la situación sería semejante en la actualidad o las mujeres de las nuevas generaciones tienen otras herramientas o quizás otros saberes aprendidos incluso de modo comunitario?

-R.V.: Ciertamente ha habido cambios importantes en la sociedad, cierto modelo patriarcal típico sobre todo de algunos países del sur de Italia se va quedando obsoleto, pero lamentablemente las noticias nos dicen que la violencia de género no pertenece a un tiempo histórico superado, sino que es una realidad actual con la que, a pesar de tener más herramientas, aún se topan muchas mujeres. Casi nos da vergüenza admitir que todavía existe, aún en países tan culturalmente emancipados.

-T.: ¿Cuán importante es para salir de ese círculo de violencia la «sororidad» o hermandad entre mujeres? El personaje de Marilyn para la niña Rosa. La misma Rosa para su madre.

-R.V.: Me encanta esta solidaridad femenina, que es una de las herramientas para salir de la espiral de la violencia. La «hermandad entre mujeres» es un arma de amor muy poderosa, como lo es el amor de Rosa por su madre, un amor que pasa por la comprensión y el descubrimiento de la indulgencia.

-T.: El relato enfatiza la belleza de las víctimas de la violencia, ¿es una condena, en lugar de una ventaja?

-R.V.: La belleza es sin duda una virtud, pero en algunos contextos histórico-sociales también representó una condena que alimentó la calumnia y la sospecha. Hoy se ha redescubierto la belleza femenina, aunque a veces todavía se la explota de forma peligrosa.

-T.: Rosa se une a Marco para escapar de su casa, ¿históricamente el matrimonio constituyó una huida para algunas las mujeres?

-R.V.: En algunos casos podría representar una vía de escape. Rosa espera encontrarse a sí misma, dejando su tierra natal y cortando las raíces, pero descubrirá a su pesar que uno se salva del pasado y que escapar nunca es una solución.

-T.: La narración recoge el particular dialecto que habla Rosa y en algún momento, el modo en que le habla a Marco, ¿es la propia lengua un modo de reivindicación y un campo de batalla?

-R.V.: El lenguaje de las raíces constituye siempre nuestra esencia más verdadera. Rosa saca a relucir la ira en su dialecto, saca a relucir incluso sus lados más salvajes y oscuros. El lenguaje es sin duda un puente que nos mantiene atados a nuestra infancia, a esas raíces que no puedes erradicar ni aunque intentes cambiar de nombre y de vida.

-T.: En el epílogo, define al libro como un «viaje de reconciliación», ¿es la autoficción un camino de sanación?

-R.V.: Lo creo absolutamente. Para mí este libro ha sido un viaje doloroso y maravilloso. Aunque Rosa y yo somos dos personas diferentes, de alguna manera respiramos las mismas emociones y las mismas heridas. La autoficción es un viaje hacia atrás capaz de ahondar en las propias emociones y sanarlas si es necesario.

-T.: ¿Cuál es el papel que juega el mar como refugio de las angustias de las protagonistas?

-R.V.: El mar siempre ha sido muy importante para mí, desde mi infancia. Su inmensidad me llevó a reflexionar sobre nuestra pequeñez y, por tanto, también sobre el hecho de que nuestras propias preocupaciones eran de poca importancia, en comparación con la razón del todo. Cuando necesito redimensionar mi visión de las cosas, el mar me ayuda y me engancha de inmediato con esa dimensión universal que nos hace mejores personas.

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