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Tropas federales llegan a Rosario mientras la violencia del narcotráfico paraliza la ciudad

La ciudad de Rosario, plagada de violencia relacionada con las drogas, llegó a lo más alto de la agenda nacional esta semana después de una sangrienta ola de asesinatos lanzada por narcotraficantes y bandas de narcotraficantes.

El jueves, más de 450 miembros de las fuerzas de seguridad federales llegaron a la ciudad central para ser desplegados en sus áreas más problemáticas, la última de una serie de medidas tomadas por el gobierno del presidente Javier Milei para recuperar el control.

Además, otros 2.000 agentes de seguridad federales – procedentes de las filas de la Guardia Costera, la Guardia Fronteriza, la Policía Federal y la Fuerza de Seguridad Aeroportuaria – están ayudando en las operaciones de seguridad en Rosario.

Las operaciones se centran en 10 barrios particularmente propensos a la violencia relacionada con las drogas.

Los funcionarios también planean enviar al Congreso un proyecto de ley “antimafia” al estilo italiano para tomar medidas drásticas contra las bandas criminales organizadas.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, emitió una resolución el jueves creando una “unidad antimafia” especial para enfrentar la violencia del narcotráfico y enfrentar a las pandillas.

La decisión de desplegar policías y tropas federales se produce después de que la semana pasada cuatro personas murieran en actos de violencia atribuidos a bandas de narcotraficantes: dos taxistas, un conductor de autobús y un empleado de una gasolinera.

El gobierno de la provincia de Santa Fe dice que las pandillas están contraatacando después de que el gobernador Maximiliano Pullaro impusiera condiciones de prisión más duras a presos de alto perfil que cumplían condena por delitos de drogas.

Tras el asesinato del trabajador de la estación de servicio, los atacantes dejaron una nota en la que exigían “derechos de los presos en la cárcel” y amenazaban con matar a más personas inocentes.

Sangriento pueblo fantasma

Partes de Rosario se convirtieron el lunes en una especie de ciudad fantasma después de que cuatro asesinatos relacionados con las drogas asustaran a los residentes y paralizaran la actividad.

No circulaban taxis ni autobuses, mientras que muchas escuelas estaban cerradas en la tercera ciudad más grande de Argentina. Los servicios de recogida de residuos no funcionaban, las gasolineras estaban cerradas y los proveedores de atención sanitaria cerraron sus puertas.

Los directores de escuelas decidieron no impartir clases tras los crímenes que provocaron “pánico” en la población, que el gobierno atribuye a una “reacción” de los narcotraficantes encarcelados ante el endurecimiento de sus condiciones de detención.

Expresando su enojo por la situación, los residentes realizaron cacerolazos. cacerolazo Protestas exigiendo mayores medidas de seguridad.

Alejandro, un comerciante de 48 años que no quiso dar su apellido por miedo a represalias, decidió abrir su negocio en Rosario junto a un grupo de compañeros en el céntrico barrio de Echesortu, aunque en otras zonas las persianas permanecieron cerradas durante miedo a un ataque.

“Aunque abrimos con miedo y preocupación, la cuestión era sentirnos libres y no darle el gusto a esta gente de tener todo cerrado”, afirmó.

“El aspecto económico también influye, tener el local cerrado uno o dos días significa muchos gastos en medio de esta crisis económica”, agregó Alejandro.

La vida normal se reanudó en la ciudad a mitad de semana, pero la crisis de seguridad continúa.

Rosario tiene la peor tasa de homicidios del país: 22 por 100.000 habitantes, cinco veces el promedio nacional.

Según datos del Observatorio de Seguridad Pública de Santa Fe, en los últimos 12 meses se han registrado 259 homicidios.

'Narcoterroristas'

En respuesta a la crisis, el presidente Milei dijo el fin de semana pasado que su gobierno enviaría fuerzas de seguridad federales a la ciudad plagada de violencia.

Milei escribió en la plataforma de redes sociales X que estaba actuando en respuesta a una solicitud del gobernador de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, quien ha introducido un enfoque de línea dura hacia los miembros de bandas narcotraficantes que, según se informa, están organizando actividades desde la cárcel.

El gobernador también ha prometido terminar la construcción de una prisión de máxima seguridad que se había retrasado durante mucho tiempo.

Mientras tanto, los militares también brindarán apoyo “siempre dentro de los términos de la Ley de Seguridad Interior”, agregó la oficina de Milei.

Las Fuerzas Armadas de Argentina tienen prohibido por ley intervenir en suelo nacional, pero pueden brindar apoyo para “operaciones de seguridad interna”, especialmente mediante el uso de sus recursos, como camiones, camionetas y helicópteros.

El presidente dijo que su gobierno se enfrenta a “un grupo de narcoterroristas desesperados por mantenerse en el poder y la impunidad”.

“No vamos a dejar de perseguirlos… porque sabemos que somos ellos o nosotros”, dijo Milei.

Bullrich confirmó que fue enviada al Congreso una ley “antipandillas” que “tipifica una nueva modalidad de persecución penal, tomando los delitos de estas pandillas y asignándolos a todos sus integrantes”.

El jueves, el ministro emitió una nueva resolución que crea una “unidad antimafia” para combatir la violencia relacionada con las drogas. Estará integrado por un “Grupo Especial de Investigación Antimafia (GEIA) y un Comité de Evaluación del Crimen Organizado de Acción Mafia (MECOAM)”, que buscarán fortalecer la prevención del delito y mejorar la investigación.

El objetivo es “promover un enfoque integral y multiinstitucional en la lucha contra el crimen mafioso organizado”, se lee en el comunicado.

Rosario es la tercera ciudad más grande de Argentina, con una población de 1,3 millones y situada a orillas del río Paraná. Se ha convertido en un punto crítico para el movimiento de drogas desde Bolivia, Brasil y Paraguay con destino a Europa y Asia.

– TIEMPOS con agencias

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