Plascar de Tortuguitas al borde de la quiebra: sueldos atrasados y una crisis que pagan los trabajadores
La exempresa Plascar (hoy Nowyplastik), radicada hace 11 años en el complejo industrial de Tortuguitas, ingresó en concurso de acreedores el año pasado y, en una semana, una jueza dictaminará el futuro de la que supo ser, desde 1995, la autopartista plástica que llegó a tener mil empleados en la planta de Buenos Aires. Los 270 trabajadores que sortearon los despidos producidos a partir de 2013 y que hoy integran los dos sectores más importantes de la planta, inyección y telgopor, llevan más de tres meses sin cobrar las quincenas que desde 2017 comenzaron a ser en cuotas. El devenir de una empresa que pasó de fabricar piezas únicas para las principales automotrices a competir en la industria del plástico para decoración de jardines, kayaks y piezas de electrodomésticos.
Retiros voluntarios, demandas de otras firmas, desesperación e incertidumbre son las situaciones que atraviesan hoy los trabajadores de la antigua empresa Emplast, luego Plastal, más tarde Plascar y ahora Nowyplastik, de Malvinas Argentinas. La crisis que arrastra desde 2007, tras la compra del grupo inversor brasilero (subsidiario a la vez de uno norteamericano), se potenció en los últimos cuatro años. Desde ese entonces, un proceso de vaciamiento desintegró la autopartista que; desde sus plantas radicadas en Córdoba, Rosario y Tortuguitas; proveía piezas de alta calidad a las principales automotrices del mercado como Ford, Volkswagen, General Motors, Fiat, Renault, entre otras.
«A fines de octubre y principios de noviembre se puso en duda el aguinaldo. Retrasaron los pagos, empezaron a pagar el 50% del sueldo y el resto en cuotas. Yo mañana no voy a la planta porque no tengo plata para viajar», contó un trabajador de la fábrica a Malviticias. El proceso de achicamiento de la planta de Tortuguitas comenzó a la par de la radicada en Córdoba, que en los mejores años producía y pintaba autopartes únicas para Fiat y Renault, sus mejores compradores.
La mala experiencia de la planta cordobesa terminó con casi cien trabajadores despedidos que tomaron el control de los puestos de trabajo cuando cerró y desde 2017 atraviesan un proceso de organización cooperativa. Esto se produjo luego de ingresar en concurso de acreedores, el año pasado, y con ella la planta de Tortuguitas y Rosario. En ese momento, el dueño de la empresa, Cristian Filipzack, acusó no poder pagar los sueldos adeudados y dejó ver una de sus facetas más perversas: propuso pagarle a los empleados a través del desguace de la fábrica.
De Emplast a Nowy Plastik
La empresa Emplast abrió sus puertas en noviembre de 1995 y en los años siguientes cambió de firma hasta la llegada de la compañia de autopartes IAC Group, con sede en Estados Unidos, que de la mano de su filial brasilera Plascar, prometió desembolsar 100 millones de dólares en 2007 por una inversión con un plazo de dos años.
Antes del gigantesco desembarco de la multinacional autopartista, la empresa llegó a tener 1000 empleados ocupados en las áreas de pintura e inyección de plástico. La calidad de los productos, hasta ese entonces, era la mejor del mercado y cumplía las normas exigidas por las más grandes automotrices a las que proveía a través de contratos de producción. Esas terminales comenzaron a caerse cuando bajó la calidad de las autopartes que salían de la empresa.
El manejo de la empresa que comenzó a hacer Plascar fue «fatal», aseguró un operario de la planta a Malviticias. Bajó la calidad de los productos ofrecidos a las automotrices y comenzaron a recortar, en cantidad y calidad, la compra de materias primas para evitar el desperdicio.
A partir de ese momento, se empezó a reutilizar el material contaminado con pintura, se cambiaron los parámetros de inyecciones y se introdujeron modificaciones técnicas para ahorrar material que deterioraron la calidad del producto final. Las automotrices comenzaron a rechazar productos que no cumplian con las normas y los contratos se cayeron. La confección de esas autopartes pasaron a manos de otras empresas.
Cuando las multinacionales se alejaron, Filipczack tomó una decisión que camufló como la intención de solventar la continuidad de la empresa: vendió por chatarra la única cabina para el pintado de piezas de última tecnología que quedaba en el país. La máquina contaba un sistema de paneles de pintura y lavado digital de paragolpes, y tenia un proceso final único. En ese momento, sacaba 2 mil piezas por turno, que multiplicado por tres, alcanzaba una producción de 6 mil piezas al día.
Tras el alejamiento de las autopartes, el horizonte inmediato hizo que la empresa cambie la matriz productiva y con ello la lógica de trabajo. Pasó de producir piezas en cantidades exportables a alquilar parte de su predio para la instalación de empresas subsidiarias.
Empezó un proceso de tercerización en el que alquiló un porcentaje de la planta a Macpallets (una empresa de fajas de plástico para pallets) y otro a Unilever para la colocación de depósitos. Durante un período de tiempo, en la planta se fabricaron los contenedores plásticos de basura de la Ciudad de Buenos Aires. Los trabajadores recuerdan que el dueño de esa empresa llegó en helicóptero al predio de la planta.
En los útlimos años, ya bajo el nombre Nowy Plastik, la empresa volvió a tercerizar el trabajo y comenzó a producir botes y kayaks a través de la firma Atlantic Kayak. Según los operarios, se trabajó mucho en ese momento pero no se pagó acorde. Tiempo después, comenzaron a inyectar plástico para la empresa Garden Life, que alquila parte del predio en la actualidad.
Hoy solo uno de los sectores de la planta funciona a media máquina. La situación es crítica para los 270 trabajadores que pelean por conservar su fuente de trabajo. «El que se quedó sin trabajo terminó con licencia psiquiatrica por esta incertidumbre», expresó un trabajador Malviticias. Los casos de operarios que no van a la planta por no tener dinero para cargar la SUBE y viajar se multiplicaron en el último mes.
Concurso de acreedores e incertidumbre
La primer mediación preventiva en la Justicia, luego de entrar en concurso de acreedores, tuvo lugar en septiembre de 2017. Allí, el dueño Cristian Filipzack atribuyó la crisis a otros accionistas. Por ese entonces, mencionó que hacía cuatro años la planta había sido abandonada por sus accionistas brasileros a raíz de un conflicto de intereses originado en el país vecino, donde funciona la casa matriz, lo que afecto el vínculo con los principales clientes de las plantas locales. Para los trabajadores de la planta de Tortuguitas, la estrategia de Filipzack es reducir a 100 el número de trabajadores.
La causa continúa en el juzgado Civil y Comercial N° 12 de San Martín, a cargo de la jueza Verónica Viviana Vidal. El último 23 de marzo, la Justicia le dió a Filipczak una prórroga para ver como seguía la planta. «Nosotros levantamos la empresa para que no cierre y podamos seguir trabajando», contó un trabajador a Malviticias sobre como reaccionaron.
La próxima semana, será la jueza quien decida si se declara la quiebra o existe un escenario más alentador para los 270 trabajadores que no cobran sus sueldos hace más de 90 días. Una posible solución podría llegar el próximo martes a las 15:30 cuando los trabajadores vuelvan a reunirse con miembros del sindicato del plástico (U.O.Y.E.P) y el coadministrador para analizar una propuesta.
El martes, miembros de Infantería de la Policía Federal ingresaron a la planta a retirar, por orden judicial, moldes de la firma Atlantic Kayak, con la cual Plascar mantiene una disputa económica.