Nación

"Raúl murió por asfixia y no se comprobaron signos de violencia"

Amanecía el domingo y Raúl pasó caminando por la vereda de Yatasto, entre América y República Argentina, en dirección al campo. Iba con una bolsa blanca en la mano. Eran las 6.15. En el trayecto saludó a una vecina que salía a sacar la basura en pijama. Al verse se sorprendieron. El barrio entero todavía dormía. En la soledad de la primera claridad del día la mujer bromeó: «¿Te caíste de la cama Raúl?». Él sonrió amablemente, casi avergonzado, cruzó la calle de tierra y dobló en la esquina como quien va a Callao. Media hora después, la Policía recibiría un llamado del 911. El cuerpo de Raúl yacía colgado con un cuchillo en la cintura del pantalón de jogging, a pocas cuadras, bajo un puente del ferrocarril.

El domingo, una novedad macabra sacudió la tranquilidad de Grand Bourg. Un hombre había aparecido colgado, muerto por asfixia, con la cabeza y las manos atadas a la vista de todos. El escenario, casi panorámico, era el puente donde el arroyo Claro se cruza con las vías del tren. La noticia circuló tan rápido como las conjeturas. Nadie salía del asombro.

Para la fiscal Gloria Reguen, a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción Nº 18 de Malvinas Argentinas y quien lleva adelante la investigación, la causa quedó caratulada como “Averiguación de causales de muerte”. El resultado de la autopsia no arrojó más datos que los de un primer momento: Raúl murió por asfixia y no se comprobaron signos de violencia.

Mientras una primera hipótesis de ajuste de cuentas, con una víctima sin identificar, cobraba fuerza en el boca a boca hacia el mediodía, Raúl faltaba de su casa desde el amanecer. Mónica, su mujer, se despertó y se extrañó al ver que su marido no estaba. Pensó que podría haber ido a correr a la plaza como solía hacerlo. Raúl no se había llevado el celular. Mónica lo usó para preguntar en el grupo de Wathsapp laboral si alguien sabía algo de su marido.

Raúl era pastor de la iglesia Luterana de Grand Bourg pero no ejercía. Hacía 33 años que trabajaba en el Instituto Evangélico Argentino de Grand Bourg. Tenía varios títulos, entre ellos, era docente y contador. Durante la primera parte de los años 90, mientras estudiaba la carrera de Teología, vivió algún tiempo junto a otros estudiantes en Villa del Parque. Sus conocidos cuentan que, por aquel entonces, algunos días de la semana dormía en algún rincón del suelo de la pizzería donde trabajaba para ir a la facultad al día siguiente y solo volvía a Grand Bourg los fines de semana a visitar a su madre. Tenía una relación muy estrecha con ella.

A mediados de diciembre, Raúl había tomado la decisión de no volver a su trabajo luego de una discusión con sus superiores. A uno de ellos lo conocía desde la juventud en la facultad, cuando, para rendir una materia de Teología, su madre lo contactó para que lo ayudara. Una relación que databa de años. No atendió el teléfono a sus compañeros cuando lo llamaron ni respondió los mensajes. A los días presentó una licencia por estrés.

Las conjeturas acerca del hecho en el puente y la búsqueda de Raul llegaron el paralelo al final del domingo. Por la noche, uno de los hijos de Mónica fue a la comisaría a denunciar la “averiguación de paradero”. Allí reconoció el cuerpo. Mónica lo confirmó a las 4 am en el grupo de Wathsapp: “Raul fue encontrado fallecido”.

Nota relacionada: Muerte y misterio en Grand Bourg

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