Malvinas Argentinas

Los Polvorines en los medios

Una de las tareas de Revista Malviticias es la auditoría de noticias, en esta ocasión le ofrece una carta de lector enviada a Diario Popular el lunes pasado sobre una docente de Los Polvorines. Y a continuación una nota publicada en La Nación del mismo día sobre una mujer que acaba de salir de prisión:
** Diario Popular. Algo puede cambiar. Director: Soy docente de escuela primaria. Quisiera responderle a la señora Ana de Versailles, quien escribió hace unos días. ¡Qué fácil es echarle la culpa a Dios de todo lo malo que pasa en el mundo y la sociedad! La realidad es que, si cada uno de los que vivimos en este precioso planeta hiciéramos lo que Dios pide en su palabra, las cosas no estarían como están. Dios dice: “No robarás”, y el hombre roba. Dios dice: “No matarás”, y el hombre mata. Dios dice: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, y el hombre odia hasta a su hermano. Señora Ana: lo que el Creador pide (y exige de nosotros) es siempre bueno. Pero muchísimos no buscan la voluntad de Dios y ése es el gran mal de la humanidad. Por ese motivo, Dios no es el culpable de que el hombre (quien es libre para decidir sus caminos) elija el mal y no el bien. Algo puede cambiar si el corazón del hombre se vuelve a su creador. Susana Isabel Martínez Docente – Los Polvorines ●•
** La Nación – El miedo a «volver al ruedo». Mariana estuvo seis años en prisión por robo. Le dieron la libertad una medianoche, hace diez meses, sin haber tenido salidas transitorias. Salió sin plata, tuvo que esperar un par de horas junto a la ruta para poder viajar desde Los Hornos hasta el centro de La Plata, dormir en la estación, pedir monedas y tomar un colectivo hasta su casa, en Los Polvorines. «Llegué como a las seis de la mañana. Fui hasta la pieza de Pablito [su hijo menor, de 10 años], le dije, «correte, haceme un lugar», y me acosté en la cama con él. Me dijo: «Mami, ¿sabés las veces que soñé que volvías?».» Mariana cuenta que el regreso a su casa fue duro. Su familia la esperaba, pero se habían acostumbrado a vivir sin ella. «Todavía no me hallo. Me asusta el ruido de los autos. La gente me aturde. El primer día estaba eufórica, no sabía con qué me iba a encontrar. Ahora estoy muy sensible. Me da por llorar. Cuando vi a mi marido, era como si no nos conociéramos», contó. El día que La Nacion la entrevistó, llevaba tres meses en libertad. Esa semana se había animado a salir sola a la calle por primera vez desde entonces. La impulsaban dos razones de fuerza mayor: buscar trabajo y hacerse atender en un hospital. Mariana tiene ano contranatura. Cuando salió en libertad, se dio cuenta de que su historia clínica había vuelto a foja cero al dejar la prisión. Pasó más de tres meses sin la medicación y le dieron turno en el Argerich para dos meses después, en gastroenterología. Mientras estuvo en prisión, trabajó como costurera. Como a Fabián, a ella también le deben el 25 por ciento de su ingreso. Ahora busca trabajo. «Fui a las casas que ponen cartelitos. Pero como tengo un tatuaje, se dan cuenta de donde vengo, y no soy aceptada. Hay días en que tengo que encerrarme porque tengo miedo de salir y mandarme una macana», confiesa. «No quiero reincidir ni volverme depresiva. Hay días en los que me encierro, y lloro y lloro. Porque si salgo… no sé. Cuando me dieron la libertad, muchas cosas me venían a la mente. Porque no sabés cómo te vas a encontrar a vos misma afuera», reconoce ●•

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