Nación

Los pibes chorros también tienen sueños

Escritora desde hace seis años y docente de literatura , Silvia Acevedo, de 48 años, obtuvo la tercera mención en el concurso de la Fundación Avón con su cuento El Chigüi. Acevedo fue alumna del escritor Guillermo Saccomanno y hoy lo es de Dalmiro Saenz. Por estos días se dedica a escribir una novela sobre una escuela donde nada funciona, con la comprensión de su hijo Ulises y de Raúl, su marido.
*Por Natalia Biazzini
¿Qué autores son tus referentes en la literatura?
Mis referentes son muchos, entre ellos, Juan Rulfo, Miguel Briante, Roberto Art; como crítico me gusta la propuesta de Piglia, también Borges, pero Borges está más allá de todo, nadie se salva de Borges. Sellos y firmas, una novela que escribí, es de denuncia, se trata de un personaje más parecido a mí. Chigüi no se parece a mí, a Chigüi lo tuve que aprender, observar. Este oficio de escribir lo bueno que tiene es que te hace un observador de la vida, del lenguaje, de las costumbres; ninguna persona es despreciable para la literatura. Imagino lo que sería una novela sobre el Petiso Orejudo, no hay nadie más despreciable que el Petiso Orejudo. El Chigüi es muy atractivo, nosotros lo vemos todos los días. Se leen muchos mis cuentos en las escuela marginadas, me los han pedido, inclusive en los sindicatos, en Suteba. Esos chicos no están en la literatura legitimada, entonces, cuando ellos se encuentran ven un espejo de la realidad. La literatura que entra en el mercado es el espejo de la realidad de los que pueden comprar libros, ellos no se encuentran en la literatura; o se encuentran desde otra perspectiva. Pero no hay ficción sobre ellos. No hay mercado porque no los compran. Al respecto tengo una metáfora: vos no vas a trabajar todos los días en el trencito de la montaña rusa, pero para sentir esa sensación, ese efecto, vas y pagás el boleto; éste es el boleto que yo estoy vendiendo.
– Por su experiencia como docente, ¿qué les gusta leer a los chicos de bajos recursos?
– A los chicos no les gusta leer los cuentos de príncipes, a los chicos les gusta leer Plata quemada, la historia de un gran afano, donde los tipos cercados van y tiran la plata por la ventana, la novela negra les gusta y la novela negra es literatura sucia. Yo tengo un conocimiento por trabajar allí, ¿cómo hago para dar lengua, si ellos tienen un código tan cerrado? La respuesta es compartir, compartamos, lengua es todo. A los chicos le doy la literatura legitimada y ellos me dan la suya, y escribí con esa lengua, ellos se enganchan, les gusta muchísimo. El Chigüi sería un cuento precioso para un libro de lengua y literatura.
– ¿Cómo es el personaje del Chigüi?
El Chigüi es tierno, por ser hijo de un refugiado, es discriminado por sus pares. Escribo las cosas que me duelen, a mí el Chigüi me duele, es el cuento que parí con mayor dolor. Los Chigüis tienen un promedio de vida de veinte, veintidós años. No culpo a nadie en mis textos, es una realidad. El lector burgués le va a tener miedo al Chigüi, pero otros se van a sentir reflejados, van a decir: es así. Es una sensación efecto – causa, es lo busca la literatura. Es muy difícil explicarles a estos chicos que el Chigüi es ficción, porque da la causalidad que se mató un chico de un tanque. Ahora falta que venga el padre del chico que se tiró del tanque y diga que no se llamaba Chigüi y además que él no es ningún refugiado. Es muy peligroso, porque la gente no lee y no sabe lo que es la ficción, mucho periodismo, mucha cuestión real; la ficción dice más de la realidad, dice más que el periodismo. Esta semana hubo un crimen en San Miguel, dos chicos se enfrentaron; uno mató a otro, y crímenes hay todos los días. He asistido a velorios de alumnos míos, en que se mataron entre ellos, o vendiendo caramelos en un colectivo en un día de lluvia lo aplastó un camión, o estar en riesgo continuamente. Creo que es una culpa compartida, a mí también me abraza el fantasma de la culpa social, qué hago con estos chicos, ¿les enseño lengua, qué hago? No me alcanza. La sociedad no se hace cargo, se les llama marginados, pero no son marginados. El sistema los utiliza para algo: ojo que si vos no cumplís las pautas, quedás como éste, que es el espejo del horror. Si no se revelan en masa, como en Francia, sirve, porque es una maquinaria infernal, se ha perdido de vista el ser humano.
-¿Cuál es su opinión sobre la cultura?
-Veo que hay muchos chicos que se mueven, vos vas al museo del Malba y están llenas las salas de cine, de películas de décadas del 30´, 40´. Me maravilla cuando hay chicos de entre veinte y treinta años que hacen cine, muy buenas películas, excelentes documentales. Pero se tiene que premiar afuera para que se vea adentro, el problema es el dinero, este mundo se mueve por dinero. El filme Iluminados por el fuego es buenísimo, la primera película argentina donde ves una bomba que estalla, un brazo que se parte… el efectismo de la guerra, es imposible hacer una película sin efectismo. La tienen en cartelera, no la puedan sacar, tiene público esa película, estamos hartos de las películas extranjeras, soy una defensora de la cultura argentina y latinoamericana, Historias Mínimas… toda esa patagonia árida que se vende en Europa, donde las historia es mínima y el paisaje es máximo. Me gusta mucho el cine argentino, la literatura argentina, el problema es que los editores no arriesgan dinero.
-¿Cómo analiza hoy la preparación docente?
-Para todo hace falta plata, para leer hace falta plata. Los docentes de literatura sienten necesidad de leer, nos prestamos libros, el docente de historia es muy lector, el de geografía, el de matemáticas… leen lo que les interesa, pero no hay dinero para comprar. Es una buena oportunidad la Universidad de General Sarmiento, voy a la biblioteca, hay una serie de libros espectaculares, tiene una sala cuasi silenciosa. Como escritora quiero lograr lo que Juan Rulfo hizo con la gente del llano mexicano, que es pobre, chata, hizo poesía. Cuando digo que el Chigüi voló, tiene doble sentido la palabra, voló porque flasheó, porque se tiró del tanque, porque se creyó otro.
-¿De qué se trata la novela que está preparando?
Estoy escribiendo una novela donde no funciona nada y la directora, que ha sido educada en el fascismo, quiere arreglar la situación de la escuela. Ella impone un tratado de los silbatos, la palabra queda abolida y mandan los silbados. También es comedia, hay que reírse un poco.
– ¿Cómo observa a la realidad del país?
-La mayoría de la gente en este país está buscando cómo comer. La sociedad no se pregunta cosas, no se cuestiona y no le gusta que la cuestionen. Los políticos están viciados de intereses políticos. Los intereses políticos tendrían que ser los intereses de toda la sociedad. Tendría que ser todo más sano, es muy insano todo. Uno de esos productos es el Chigüi. Estos chicos tienen conciencia de que mañana se pueden morir. Se habla de darles cursos de educación sexual a las chicas adolescentes que quedan embarazadas… pero ellas quieren tener hijos, quieren tener hijos del pibe chorrito que en cualquier momento se lo agujeran a balazos, y se quieren quedar con ese hijo porque es parte de él, esas historias no se conocen . Dicen vamos a llevarle un profiláctico a cada pibe para que no haga un hijo… esa chica le dicen andá y rompelo porque yo quiero un hijo. Porque la vida se termina mañana. Una vez un pibe, que se había portado mal, le pregunté por qué se jugaba la vida así -fue condenado después- el chico me respondió: «Si mi vida no vale nada… ¿por qué va a valer la tuya, la de él…?». Es una filosofía, un código. Todos estos chicos tienen sueños, porque hasta los chorros tienen sueños.*Publicada en el boletín digital El Polvorin de febrero 2006 ●•

 

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