José C. Paz

Justicia lenta para Diego y Luz

Luz Gómez y Diego Romero están detenidos desde diciembre de 2011 acusados de haber matado a Roberto Castillo en un intento de robo en Castelar. Desde el primer momento ellos negaron el hecho y solicitaron que se presenten las distintas pruebas. Recién el mes pasado le hicieron el ADN a Romero y dio negativo.
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La pareja tiene una hija, Zaira, que al momento de la detención tenía poco más de un año. Diego estuvo tras las rejas un año y tres meses en el Penal N°39 de Ituzaingó. Luz, después de unos días en la comisaría de Merlo, estuvo cumpliendo prisión domiciliaria en una pieza de José C. Paz con su hija y ahora se reencontraron los tres.
Luz y Diego acompañados por familiares, amigos y organismos de derechos humanos continúan pidiendo justicia y salir en libertad.
Crónica de una causa armada.

El sábado 1 de octubre de 2011, Luz y Diego salieron a pasear con su hija, fueron al Carrefour Soleil del Bajo Boulogne en el partido de San Isidro y compraron unos pantalones para Diego.

Dos horas antes el colectivero Roberto Castillo, de 55 años, dormía la siesta cuando dos delincuentes entraron a su casa de Castelar con la intención de robar. Castillo se despertó por los gritos de su mujer, que había sido maniatada por dos personas. Castillo se abalanzó sobre los delincuentes pero uno de ellos le disparó por lo menos cuatro veces. El hombre murió al instante.

El agresor y su cómplice, eran una mujer y un hombre, escaparon del lugar y se subieron a un Volkswagen Voyage, ahí los esperaba Juan Carlos Noguera, el remisero que había llevado a Luz y a Diego y que fue acusado de ser “partícipe necesario del crimen”, al igual que Miriam Rojas y Graciela Ojeda, supuestamente encargadas de montar la inteligencia.

La investigación del hecho, caratulada como “homicidio en ocasión de robo”, quedó a cargo del personal de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) de turno perteneciente al Departamento Judicial Morón.

Dos meses y medio después, el 21 de diciembre de 2011 Luz, Diego se irían de vacaciones a Jujuy para visitar a sus familias pero no pudieron hacerlo. A las siete de la mañana la policía irrumpió en el PH de Villa Ballester. Pensaron que era por los ruidos molestos de los vecinos y le restaron importancia, pero minutos después entraron a su casa enfurecidos: “Rompieron la puerta y empezaron a los gritos, yo no entendía nada”, relata Luz en una mezcla de tristeza y enojo. Minutos después lo vio a su marido tirado en el piso, esposado y con sangre en la boca. “Se llevaron nuestros teléfonos celulares y la cámara fotográfica, buscaban teléfonos Nextel”, dice Luz.

“Como no tenía con quien dejar a Zaira, me llevaron con ella a la DDI de Merlo. Pensé que iba a declarar y me volvía a casa, pero pasaba el tiempo y yo les pedía por favor que me dejaran comprarle un yogurt para que comiera algo, hasta las siete de la tarde que vino la tía de Diego Zaira no comió nada, por suerte todavía le daba el pecho y con eso se aguantó”, cuenta acongojada.

A las ocho de la noche los llevaron a declarar junto con dos mujeres -Miriam Rojas y Graciela Ojeda- y el hombre que hizo de remisero a los asesinos, Juan Carlos Noguera. “En ese momento no sabía quiénes eran los otros y antes de declarar nos sacaron fotos y nos hicieron la huella”, relata Luz.

Ahí les presentaron al defensor oficial, Eduardo Pecchia, que les explicó por qué estaban detenidos: en octubre había habido un asesinato en Castelar y en el lugar del hecho la Policía había encontrado una mochila negra Nike y en uno de sus bolsillos estaba el certificado de vacunación de Zaira. A Luz se le aclararon los recuerdos: “La mochila Diego, la mochila que nos olvidamos en el remís”, exclamó aturdida

Pecchia no creía en la inocencia de Luz y Diego: “Explíquenme por qué aparece la mochila en el lugar del hecho, yo les creería si la mochila la hubieran perdido el día anterior del asesinato pero ustedes me dicen que la perdieron meses antes”. La pareja recordó que meses atrás, en julio, Luz se había olvidado la mochila en un remis después de haber llevado a Zaira a vacunar.

“Qué bueno que tengan una coartada”, dijo Pecchia. “En ese momento yo no sabía qué significaba esa palabra”, dice hoy Luz que junto a su familia se volvió casi una experta en derecho penal.

Pecchia les comunicó que había un identikit donde el hombre era parecido a Diego, que tenía su pelo y barba y que era conveniente que no declarasen. “Lo miré al defensor y le dije que yo sí iba a declarar y declaré en ese momento. Hoy por hoy me dicen que tendría que haber armado una defensa, pero lo único que podría ampliar es la llamada de mi hermana. El resto, todo lo que declaré es mi verdad, ahora y siempre”, sostiene Luz. La llamada a la que hace referencia es del mismo sábado 1 de octubre a la tarde cuando llamó gracias a una promoción de telefonía celular a su hermana que estaba en la provincia de Mendoza. A más de un año de estar detenida y después de reiterados pedidos recién ahora están investigando esa llamada que habría durado unos 40 minutos y coincidiría con el momento del asesinato.

“Como el lunes siguiente (3 de octubre) era mi cumpleaños llevé una torta al trabajo y les conté lo que había hecho el sábado anterior, que habíamos ido al Soleil a pasear. Por eso también me acuerdo qué hice ese día, sino es muy difícil acordarse lo que uno hizo tres meses atrás”, afirma Luz.

“El hecho ocurrió a las tres y media de la tarde en Castelar y yo salí de mi casa a las cinco a pasear a Boulogne. Hicimos unas compras, compramos unos pantalones para Diego”, detalla Luz que repite en su mente paso por paso de aquel sábado.

“Dicen que una de las personas que entraron a la casa a robar salió lastimada. Cuando fue la tía de Diego al negocio donde habíamos comprado los pantalones le dijeron que tenían una cámara interna pero cuando fue la Policía le dijeron que no tenían cámara de seguridad. Además todos los shopping tienen su cámara”, dice Luz indignada.

La viuda de Castillo, Mercedes Del Valle Ríos declaró que la mujer que entró a su casa era de tez blanca y pelo castaño claro y su cómplice tenía el cutis bien blanco, de pelo corto castaño oscuro. En distinto sentido, un vecino de la víctima y segundo testigo, Hernán Acuña, señaló que vio salir a “un hombre de entre 25 y 28 años, flaco y a una mujer morocha, de ojos achinados, de facciones similares a los nativos de Perú y Bolivia”.

La rueda de reconocimiento, efectuada dos días después del arresto fue impulsada por la fiscal de Morón Marcela D´Ascencao. Luz posó junto a su tía, de 40 años, una prima de 33 y su madre, de casi 50 años, llegada ese mismo día desde Jujuy. “Era obvio que me iban a señalar, si me pusieron con gente que no se me parece y mucho más grande. Fue todo una burla. A Diego le hicieron lo mismo”, cuenta Luz. La viuda del colectivero dudó al verlos, pero Acuña los marcó como responsables.

A principios de 2012 el juez de garantías de turno, Humberto Meade, no les concedió la libertad por falta de mérito y les otorgó la prisión domiciliaria. Sin embargo, la fiscal D’Ascencao insistió y apeló por Diego, quien no pudo gozar de la morigeración.

Después del abogado oficial, pasaron por dos abogados particulares que les cobraron entre ambos 43 mil pesos. La mamá de Luz, Amalia Ortega, trabaja en Jujuy y tiene el sueldo embargado con tanto gasto. Cada vez que puede viene a Buenos Aires a ocuparse del caso. Allá lejos en la ciudad de Ledesma colaboraron en una colecta para Luz y Diego amigos, familiares y vecinos.

Luz y Diego nunca se contactaron con la viuda de Castillo. “Después de la mala experiencia con los abogados conocimos a gente de organismos de derechos humanos”. Hoy su abogado es Eduardo Soares, que pertenece a la red de abogados gremialistas y es un reconocido militante. En este tiempo también conocieron a Rubén Carballo, que perdió a su hijo en el recital que la banda Viejas Locas dio en Vélez en 2009 y que todavía la Justicia está investigando. En solidaridad Carballo fue a visitar a la viuda, a decirle que sentía su pérdida pero que había dos personas inocentes en el caso. La mujer quedó shockeada por la visita y tiempo después lo denunció, dijo que la había ido a presionar. Por otro lado, Carballo hoy sufre el hostigamiento sobre otro hijo: Emanuel Carballo y su amigo Walter Grecco están detenidos y acusados de robo. Según el relato de Emanuel, el 10 de enero pasado fue levantado junto a un amigo por dos personas armadas, vestidas de civil, que después de casi dos horas de “pasearlos y amenazarlos” en un auto, fueron obligados a robar un kiosco de San Justo. Más tarde fueron detenidos por personal policial y trasladados a la comisaría de la zona. “Me pusieron las esposas, me pegaron en la cara, y cuando me llevaron a la comisaría me decían ‘corrito, vos sos mío’, después me metieron en un calabozo”, dijo el joven.

Luz Gómez pasó un mes detenida en la comisaría de Merlo y luego le habilitaron la prisión domiciliaria, aunque no usa pulsera magnética. Le habían dicho que iba a poder volver a trabajar con la condición de que alguien la llevara y trajera al trabajo, por eso optó vivir con una compañera de trabajo de José C. Paz que le ofreció su casa para vivir con Zaira, en lugar de ir a vivir con su hermana en Monte Grande, zona sur.

En la empresa de tinturas la esperaron tres meses y como no pudo volver por cuestiones burocráticas terminaron indemnizándola.

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