Cultura

«Un sueño líquido», una obra que invita a la exploración inmersiva a través del agua

Foto: Florencia Downes.

¿Puede el arte sustituir necesidades o acercar recursos tan preciosos como el agua para ser experimentados en el cuerpo? es uno de los interrogantes que explora la artista visual Jimena Fuertes en su instalación «Un sueño líquido», donde desde lo sensorial e inmersivo, a partir de un microclima en azules y turquesas fluidos, propone un espacio para reflejarse y dejarse llevar por estos días en la Fundación Fortabat de Puerto Madero.

Se trata de una obra concebida por Fuertes junto a la gestora cultural y productora Sandra Rojas, de la plataforma Corvus Art, que demandó un trabajo que comenzó a procesarse mediados de 2020 y tuvo su concreción como instalación sonora y lumínica ubicada en el segundo piso del Museo que alberga la Colección Amalita, junto al río.

«Un ser vivo, líquido divino de los sueños, símbolo de la abundancia. Mundo de otros seres, nos enseñas a fluir en el acceso a otro mundo», escribe Jimena Fuertes como sostén de una experiencia que habilita una entrada a otro modo de sentir, aunque sea breve, desde la intimidad acotada de un espacio cúbico que apela a sensaciones y propone emociones.

La obra «toma como elemento de inspiración el agua, como puente de acceso a otro mundo, como sustancia espiritual», algo que para Fuertes está ligado «con la imaginación».

El elemento agua define la estética visual y sonora que fluye blandamente y acompaña las figuras geométricas de acrílico dispuestas, cambiantes, transformadas por un «mundo acuático» como si se entrara en una piscina o un submarino.

Las sensaciones son variadas. Algunos asistentes lo relacionan con el momento de nacer o cuando se está dentro de la panza, y otros con estar debajo del agua, explica la artista.

La obra invita a la intimidad desde una sensorialidad casi plena, a detenerse en un presente situacional, «real» como dicen, o que podría definirse desde ciertas corrientes de pensamiento como un «aquí y ahora» presente.

Para la artista, la presencia del agua significa que «otra vida se hace posible, otro mundo, fluido, orgánico y sensible».

«Lo que me interesa, algo que quizás reflejo un poco más cuando trabajo en iniciativas sociales y ese trabajo sigue dando vueltas en mi cabeza, ya sea que esté trabajando con formas geométricas o con el tema del agua, es que no importa el resultado final de esa pieza, o si va a decir lo que estoy pensando o no, pero sí me lleva a pensar que la forma pierda su forma, es pensar en el otro, y ese es el eje de mi trabajo», explícita en diálogo con Télam.

Foto: Florencia Downes.

Precisamente, esas formas geométricas desvinculadas del plano en su pasaje al espacio, una suerte de tránsito que realiza Fuertes en su trayectoria de obra, configuran esa acción de contemplar un «otro» que pierde su forma.

Algo en lo que incursionó en 2018 con «Desconcierto. Elementos para un cambio», una instalación sonora con objetos de acrílico sobre madera y varillas de acero pintadas asentadas sobre muro y piso que anticipan las abstracciones materializadas en «Un sueño líquido».

Fuertes (La Plata, 1972) se define como «artista autodidacta», pasó por el taller de Graciela Paats y realizó clínica de obra con el pintor Tulio de Sagastizábal, y el centro de su trabajo se amalgama desde lo artístico con su preocupación por lo social.

«Antes dibujaba pero no iba a ningún taller, dibujaba porque me gustaba, y se transforma como algo más real cuando empiezo a trabajar en producciones de moda porque era un trabajo muy creativo en ese momento, había que ir en búsqueda de todo lo que se iba a tener que usar. Después decido dedicarme a pintar y empiezo a hacer otras cosas para poder comprarme los materiales para trabajar. Pero principalmente mi trabajo como artista es autodidacta», afirma.

Esta autoformación la define como «un proceso muy íntimo de no dejarse llevar por el exterior y saber que uno tiene su tiempo y una búsqueda que es muy personal».

Parte de esa búsqueda la lleva a pensar en lo que sucede cuando un recurso natural como el agua no está a disposición de todos.

«¿Qué pasa cuando no tenés acceso a algo que naturalmente está dispuesto para vos? ¿Cómo afecta eso no solo emocionalmente sino en las posibilidades de vida?», se pregunta y dice que esta muestra «habla sobre la imaginación, pero habla de la imaginación cuando hay posibilidad de acceder a ella».

«Lo que me interesa, algo que quizás reflejo un poco más cuando trabajo en iniciativas sociales y ese trabajo sigue dando vueltas en mi cabeza, ya sea que esté trabajando con formas geométricas o con el tema del agua»

Entonces, «¿de qué manera todas las personas podemos acceder a una imaginación sana, abierta, y que nos genere otras posibilidades de vida o de sentir o habitar el lugar?», interroga e interpela.

Para Fuertes, esto es posible «a partir de las experiencias» desde donde se puede transformar la manera de ver al otro y la propia vida. Y agrega: «el agua también toca las emociones y cuando las personas están dentro (de la instalación) se sienten tocadas desde lugares diferentes, que pertenecen a la emoción, ya sea por el sonido vibratorio que entra en el cuerpo, o por la luz. Toda esa experiencia, todo ese espacio pensado para el otro en el que se entra de a dos personas es una experiencia íntima» para «percibir el espacio», describe.

¿Por qué el agua? «Porque es un elemento para acceder a la imaginación, porque el agua es otro mundo, nos metemos adentro y ese acceso me pide tener en cuenta los seres que están ahí adentro, el ritmo, el tiempo: si entro porque el agua se expande o porque es un algo fluido que puedo ir atravesando», responde. Esta ductilidad en el pasaje a otro estado le permite volver a afirmar «que la muestra habla sobre la imaginación».

Si bien viene trabajando con la abstracción geométrica en la muestra sostiene que «las figuras que están dentro empiezan a perder su forma porque no pueden ser de la misma manera estando fuera del agua que dentro; en el agua tienen que cambiar ciertas cuestiones físicas para poder entrar en ese estado líquido y no irse al fondo, poder ir al mismo ritmo que va el lugar donde están empezando a moverse y cambiar», y agrega: «Todavía no están definidas porque se están reflejando en otras, es un espacio nuevo, es un mundo nuevo donde todavía las formas no están establecidas», explica.

Por otro lado, la elección del agua implica «pensar en un otro».

Foto: Florencia Downes.

«Me interesa tener conciencia del otro. Eso es lo que forma parte de mi trabajo, sea en iniciativas sociales o el arte. El interés es el otro y lo que pasa y las emociones, a partir de ahí cuáles son los elementos que influyen en nuestra vida para manifestar lo que toca vivir, su mejor versión o la que no lo es, y cuáles fueron las consecuencias. Me gusta pensar esas cosas, y a partir de ahí establecer relaciones como ahora, porque el agua se mete dentro de uno, forma parte de las emociones. El territorio más complejo de trabajo de las personas son las emociones. Es el lugar desde el que cualquier cosa que suceda limita la vida», grafica.

Fuertes sostiene que la «cuestión emocional» provoca enfrentar esas situaciones de muchas maneras, «pero lo principal en las personas es la emoción», ya que argumenta que ahí está el modo en que pueden ir desprendiéndose de ellas mismas y empezar a sacar el juicio de uno mismo».

La idea de su exposición es dejarse fluir, suspender el juicio momentáneamente, y propone como horario ideal el de las siete de la tarde, cuando las luces de la ciudad se reflejan en el río y el exterior propicia la continuidad de un diálogo facilitado por la obra.

Fuertes también presentó «Cosmogonía» (2011), junto a Diego Mur, un recorrido lúdico a través de la geometría mientras que en 2010 sus obras se exhibieron en la muestra «Liberación» en el Centro Cultural Recoleta.

En el plano social, entre 2002 y 2010, formó parte de una iniciativa de cooperación social que trabaja por el bienestar y la integración de personas en situación de calle y desocupados, entre otras actividades.

Esta instalación, «Un sueño líquido», se podrá visitar hasta el 4 de septiembre en la Colección Amalita (Olga Cossettini 141, Puerto Madero, Buenos Aires), de jueves a domingos de 12 a 20, con entrada general de 400 pesos y a mitad de precio los jueves sin cargo para menores de 12 años, jubilados, estudiantes y docentes.

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