Cultura

Juan Forn, el escritor y editor que cambió la manera de leer y escribir en la Argentina

Juan Forn falleció en Villa Gesell el 20 de junio a los 61 años, tras sufrir un infarto.

Descubridor de narradores como Mariana Enriquez, Rodrigo Fresán o Camila Sosa Villada, el escritor, traductor y editor Juan Forn, quien falleció en Villa Gesell el 20 de junio a los 61 años tras sufrir un infarto, dejó un legado que trasciende el mero listado de títulos y autores: modernizó la edición de libros en el país y formó e impulsó a una camada de editores que aprendieron junto a él el arte que hay detrás de descubrir un texto y pulirlo hasta conseguir la forma perfecta.

La carrera de Forn como editor nació en 1981 cuando empezó a trabajar en la editorial Emecé como cadete. Aunque desde ese rincón estaba alejado de las decisiones editoriales, le permitió iniciar un recorrido en el que paseó por todo el proceso de creación de un libro: fue telefonista, corrector de pruebas, traductor -fue el encargado de traer al español la obra de autores como Yasunari Kawabata, John Cheever y Hunter Thompson- y, finalmente, asesor literario.

A principios de los ’90 se pasó a Planeta, el sello de la competencia y creó las colecciones «Espejo de la Argentina» y «Biblioteca del sur», donde publicó a autores fundamentales de la literatura argentina como Fogwill, Tomás Eloy Martínez, Charlie Feiling, Rodolfo Rabanal y Alberto Laiseca. Por aquellos años, sumó conceptos de marketing que cambiaron la forma en la que se concebía al libro en el mercado nacional: desde incluir las fotos de los autores en las solapas de los libros hasta inaugurar un departamento de prensa para generar una mayor interlocución entre los escritores y los medios.

«Tenía mucha seguridad en sí mismo y una confianza enorme en mí y eso fue crucial porque cuando confiaba transmitía al otro o a la otra la seguridad de que iba a hacer las cosas bien también»Paula Pérez Alonso, editora

«Trabajar con Juan fue de las cosas más lindas que me sucedieron en mi vida. Me propuso trabajar con él a los pocos meses de ser convocado por Planeta Argentina», cuenta a Télam la editora Paula Pérez Alonso, quien, si bien en ese momento no tenía experiencia concreta como editora, compartía con Forn lecturas y miradas acerca de lo importante que es el trabajo del editor, «el oficio que con fruición practican los anglosajones».

«Tenía mucha seguridad en sí mismo y una confianza enorme en mí y eso fue crucial porque cuando confiaba transmitía al otro o a la otra la seguridad de que iba a hacer las cosas bien también. Era un tipo muy exigente pero sabía delegar y no controlaba«, relata la autora de «Kadú».

Su último libro, publicado tras su muerte, «Yo recordaré por ustedes».

La editora Mercedes Güiraldes conoció a Forn a principios de los ’90, fue su amiga durante treinta años y también mantuvo con él un vínculo profesional: fue la editora de «María Domecq» en 2006, de la reedición de «Corazones», «Nadar de noche», «Frivolidad», «Puras mentiras», los cuatro tomos de «Los viernes» y su último libro, publicado tras su muerte, «Yo recordaré por ustedes». En 2011, cambiaron de roles: él editó la crónica de ella sobre su experiencia al enfrentar el cáncer.

«El aporte de Juan Forn a la edición en la Argentina fue revolucionario y fundamental», define Güiraldes, categórica, y advierte que ese aporte se vincula con que introdujo en nuestro país el concepto de «editing», de inspiración estadounidense.

«Un poco a la manera de Miguel Ángel frente al bloque de mármol, tenía la idea de que todo texto contiene una versión perfecta de sí mismo y solo es cuestión de encontrarla. La forma de hacerlo para él no era otra que corregir y corregir», explica la editora.

Advierte, además, que usaba para sus textos el mismo método que aplicaba con los autores con los que trabajaba, una forma que -aun siendo clásica- fue revolucionaria: «Borges también creía en la corrección; incluso, como se sabe, introducía cambios de una edición a otra del mismo libro. Forn hacía lo mismo con los suyos, pero lo hacía también con los de los demás. No con un criterio exterior al texto, como quien trata de imponer una manera unívoca de concebir la literatura, sino aguzando el oído al máximo para dar con la nota que mejor le correspondía. Veía los textos desde un ángulo imposible, como desde arriba, como si fuera un drone», define.

El mejor editor del país

En agosto, cuando se publicó «Yo recordaré por ustedes», el libro que reúne con criterio de curaduría ​​los textos que durante años publicó los viernes en Página/12, el director editorial de Planeta Argentina, Ignacio Iraola, definió a Forn como el mejor editor del país. «Puso de moda los libros a finales de los ’80 y era el tipo que mejor los hacía. Fue el tipo que inventó Planeta tal como la conocemos hoy. Su don o su gran capacidad era ver algo en alguien y hacer algo con eso, hacerlo brillar», sostuvo en diálogo con Télam.

Pérez Alonso coincidió con el rol clave de Forn en una época en la que «Planeta Argentina era una editorial muchísimo más chica que lo que es ahora, con solo cuatro colecciones, doce libros por mes, pero, a diferencia de Emecé y Sudamericana, empresas familiares tradicionales, tenía la gracia del plebeyo al que no le interesa conservar nada y está dispuesto a correr riesgos».

«Hasta ese momento en la Argentina se publicaba de la misma manera en que se había publicado durante cuarenta años, y Juan, con ganas de comerse la cancha y lleno de ideas, en poco tiempo le imprimió un giro fundamental a la forma de publicar», resaltó Pérez Alonso.

«Hasta ese momento en la Argentina se publicaba de la misma manera en que se había publicado durante cuarenta años, y Juan, con ganas de comerse la cancha y lleno de ideas, en poco tiempo le imprimió un giro fundamental a la forma de publicar»Ignacio Iraola

En ese marco, la editora planteó cómo Forn «creía en que había que desmelancolizar las ediciones de autores argentinos y en que cada publicación fuera una fiesta».

«Su ánimo disruptivo, la inteligencia, la capacidad de trabajo y la atención puesta en modernizar el diseño y la comunicación se hicieron sentir: pronto el mundo lector estuvo atento a lo que aparecía en las colecciones Biblioteca del Sur y Espejo de la Argentina y Planeta pasó a la delantera con ventaja en visibilidad y grandes números de ventas», ponderó la editora.

Esa cualidad de «todoterreno» que desarrolló como editor, quedó plasmada en su biografía. Fue escritor, traductor, editor, fundador del Suplemento Radar, columnista de Página/12 y, en los últimos años, director de la colección Rara Avis, de editorial Tusquets.

Para Güiraldes, esas caras, que confluían, lo hacían mejor editor. «En Juan Forn, el escritor y el editor eran una misma cosa, dos caras de la misma moneda. Tenía una curiosidad inmensa por lo que escribían los demás. Era obsesivo con sus textos y con los textos de otros, que volvía propios. Trabajaba incansablemente, no sabía ni quería hacer las cosas a medias», asegura y cuenta que si bien el autor tenía cierta preferencia por una literatura centrada en la trama, en la historia que se narra, eso no era en desmedro del estilo, sino más bien todo lo contrario.

La editora advierte que el legado de Forn traspasó la estructura de Planeta, que su escuela lo trasciende y que ya es parte de nuestro acervo.

Forn fue descubridor de narradores como Mariana Enriquez, Rodrigo Fresán o Camila Sosa Villada, el escritor, traductor y editor.

Hernán López Winne, editor y director, junto a Víctor Malumián, de Ediciones Godot, compartió con el escritor varios encuentros en los que hablaban de literatura, en general, y del oficio, en particular. «Es muy fuerte la marca que dejó en la edición. Pero me interesa una cuestión en particular: él contaba que en Rara Avis, donde publicaba cosas muy raras pero exitosas y también hallazgos como Camila Sosa Villada, detrás de cada libro que publicaba había una lista de quince que había descartado. Ser editor no es solo elegir qué publicar y cómo trabajar un texto sino también tomar la difícil decisión de decir `esto no´ más allá de un mero gusto personal».

López Winne cuenta que el Forn de la distancia corta estaba siempre haciendo ese mismo ejercicio literario: «De pronto te contaba una historia y estaba editando en el aire con chispa. Algo de eso, de la forma en la que urdía tramas, está presente en los profesionales que formó en la edición y en sus talleristas escritores».

«Ser editor no es solo elegir qué publicar y cómo trabajar un texto sino también tomar la difícil decisión de decir `esto no´ más allá de un mero gusto personal»Hernán López Winne, editor

Ese «Forn editor» es evocado también por Pérez Alonso, quien recordó que «su pasión para ver el potencial de un texto y mirarlo desde distintos ángulos era inmensa, contagiosa. Ese entusiasmo nunca decayó, se trasladó a los talleres que daba con una generosidad y entrega inauditas. Era exigente, pero cuando percibía el compromiso del otro se entregaba por completo».

El recuerdo de la escritora recorre también el plano personal. «Siempre que pude agradecí públicamente la intervención de Juan en mi vida -evocó en diálogo con Télam-. Juan sabía que yo estaba escribiendo una novela de la que nunca hablaba, pero él todos los viernes a la tarde aparecía por mi oficina, se sentaba frente a mí y me decía: ‘¿Cuándo me vas a mostrar algo?’ Y yo, que era muy terca pero muy lábil también y creía que lo que me dijera cualquiera podía influirme, prefería seguir escribiendo en silencio y le decía: ‘Cuando la termine’. El viernes siguiente volvía a aparecer con la misma pregunta: ‘¿Y la novela? ¿Para cuándo?’ Y el siguiente: «¡Aunque sea mostrame diez páginas que te gusten!'», evocó Pérez Alonso.

Según la editora, la escena se repitió «todo un año. Hasta que un día la terminé, la imprimí y un viernes a última hora de la tarde se la di».

«Ese mismo viernes me llamó a casa cerca de las 8 de la noche, excitado y contento, había leído 90 páginas sin parar, destacó la voz propia y el humor, me instó a publicarla. Él había tenido un éxito enorme con Nadar de noche y no se había sorprendido, ahora ponía todo a disposición del texto de otro. Esa mirada convencida de Juan fue clave para que publicara mi primera novela, ‘No sé si casarme o comprarme un perro'», reconoció.

«Como editor de Rara Avis, la colección de 12 libros de Tusquets genera hallazgos. Hace ver y hablar algo inaprehensible que sucede más allá o más acá de la frase y del discurso, como la cita de Schwob, ‘entre la página del libro y la lámpara’. Algo mágico que Juan pone en funcionamiento. Es como un Aladino que frota la lámpara, la frota bien y el genio aparece y nos transporta con él en su alfombra mágica. Y cada vez maneja con mayor maestría la intensidad de los afectos, en los dos sentidos, en el emocional y en el afectar y ser afectado por un texto. Y en esa afectación se hace más potente la relación», aseguró la autora.

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