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El acuerdo, un cambio filosófico respecto a los tradicionales planes de ajuste

Foto Pepe Mateos
Foto: Pepe Mateos

El acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI) aportó un manto de mayor certidumbre sobre el sendero económico que podrá transitar la Argentina en los próximos años y, como novedad, devendría en el primero de los 22 que firmó el país desde que ingresó al organismo, donde se acepta que la Argentina recorra una dinámica de aumento en el gasto real, y no de ajuste.

Pese a que aún queda por ver la letra chica con detalles de, por ejemplo, el cronograma de desembolsos y la dinámica de los subsidios y política tarifaria, pasó cerca de un año y medio -agosto de 2020- del momento en que el Gobierno anunció su voluntad de reestructurar la deuda heredada con el FMI, para llegar a un entendimiento que contenga semejante cambio filosófico.

«En este acuerdo, se pactó que en ninguno de los años del programa deja de incrementar el gasto en términos reales y eso representa un gran giro filosófico importante de esta historia; además se contemplan variables de ajuste que pueden incrementar aún más el gasto de capital, en la medida que se consigan más recursos respecto de la línea de base, léase otros organismos como el Banco Mundial, el BID o el Club de Paris», graficó un funcionario argentino que participó en las negociaciones.

«El sendero fiscal fue siempre el corazón de la discusiones», sostuvo el funcionario que dio cuenta de que hasta último momento los técnicos de ambas partes habían estado trabajando para definir en conjunto cómo se iba a comunicar el entendimiento que se había logrado sobre el filo del primer vencimiento del año con el FMI, por US$ 717 millones.

De esta forma, el funcionario resaltó, por un lado, que se dejó de lado por primera vez el concepto de que para salir de una crisis económica hay que bajar el gasto, sin mirar si ese ajuste provoca una recesión: ahora también es importante ponderar si la economía crece, para determinar el nivel de gasto y poder pagar las deudas.

Pero también, el funcionario se refirió a un concepto y un cambio de humor en el directorio del FMI, que comenzó tomar vuelo en las ultimas semanas, especialmente luego de que se conoció el informe de autocrítica del FMI con la Argentina,

Ese reporte no sólo expuso que la gestión de Macri desoyó la recomendación de una reestructuración de deuda y de control de capitales, y que el FMI lo permitió, al suscribir el préstamo de 2018, sino que dejó implícitamente en evidencia la pobre participación de los miembros del directorio en ese préstamo, a excepción de Estados Unidos, el principal accionista.

También deja en evidencia que el resto de los organismos internacionales no acompañaron al Fondo, en términos relativos, en su exposición con la Argentina.

Para esta vuelta, tanto el Fondo como la Argentina esperan que el préstamo, pautado en la medida que pueda cubrir la deuda heredada por un monto de alrededor de US$ 44.500 millones, venga acompañado de un mayor compromiso o esfuerzo de parte de otros organismos internacionales.

El FMI dejó una pista al respecto en el comunicado que emitió luego de que se oficializara el entendimiento.

Luego de destacar que las partes «acordaron el sendero de consolidación fiscal que formará un ancla de política clave del programa», se refirió a que «también hemos acordado que el apoyo financiero adicional de los socios Internacionales de Argentina ayudaría a reforzar la resiliencia externa del país y sus esfuerzos para asegurar un crecimiento más inclusivo y sostenible».

El primer organismo que deberá verse con la Argentina es el Club de Paris, a través del cual la Argentina debe reestructurar US$ 2.000 millones antes de fin de marzo, y cuyas negociaciones de plazos e intereses habían quedado supeditadas a un pacto con el FMI.

El dato a tener en cuenta es que esa tasa fue pactada en el 9% anual, la que se activó tras el incumplimiento parcial registrado en la administración anterior.

Las fuentes consultadas por Télam remarcaron que el Banco Mundial se mantuvo al margen de la discusión en el pasado.

A esto se agrega las tensiones manifiestas que existen entre la directora general del FMI, Kristalina Georgieva, y el presidente del Banco Mundial, David Malpass, que fue el que promovió un documento público en el que se acusa a Georgieva de abuso de poder y de manipulación de datos cuando se desempeñó con un cargo jerárquico en el Banco Mundial.

En las negociaciones con el FMI, en el plano concreto, la Argentina logró que el organismo se comprometa a un programa de refinanciamiento de US$ 45,500 millones que dejó la administración Macri.

De esta forma, la Argentina podrá extender su horizonte de pago desde los tres años que tenía el viejo programa hasta una década, sobre un monto similar al recibido por el país, en el marco de un plan de Facilidades Extendidas.

Quedan por otro lado algunos interrogantes en el financiamiento, que se irían definiendo «en las próximas semanas» con la letra chica, precisó la fuente argentina.

En los primeros dos años y medio del programa, se concretarán 10 revisiones del staff del FMI, con misiones que visitarán el país y que cuya aprobación darán paso a gatillar los desembolsos previstos para el programa, cuyos montos están aún a definir.

El ministro de Economía, Martín Guzmán, precisó en conferencia de prensa que los pagos de capital abonados por la Argentina el año pasado volverán al país contemplados en el nuevo préstamo, lo que significa que la Argentina a la postre recibirá en el nuevo préstamo más dinero que la deuda de capital remanente total con el Fondo.

Lo que no se sabe aún es si la devolución de los pagos del 2021 será todo en un tramo, cuando se firme el acuerdo final, y que por lo tanto impactaría de forma significativa en las reservas en el cortísimo plazo de manera positiva, o será distribuido en pagos sucesivos.

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